Las Variaciones Grimm – Temporada uno – Capítulo uno: Cenicienta - Análisis

Kiyoko - Cenicienta - La Variaciones Grimm.


La reinterpretación de los cuentos de hadas ha sido una tendencia en la narrativa contemporánea, y la serie Las Variaciones Grimm (de Netflix) no es una excepción. En su primer capítulo, la serie nos presenta una versión oscura y psicológicamente compleja de la clásica historia de Cenicienta, donde las motivaciones de los personajes y sus interacciones se encuentran cargadas de simbolismo. Este análisis profundiza en los elementos clave del episodio, explorando los temas de manipulación, psicopatía, y la subversión de los roles tradicionales de los cuentos de hadas.


Introducción a la trama

El episodio inicia con Tsuruko, quien interpreta a la madrastra de Cenicienta, contemplando la propuesta de matrimonio del Vizconde Otawara, un hombre de clase alta. Este matrimonio, más allá de ser una unión romántica, tiene un componente pragmático: promete seguridad y estatus tanto para Tsuruko como para sus hijas, Makiko y Sawako. Sin embargo, desde el principio, Tsuruko muestra cierta empatía al dudar sobre cómo esta decisión afectaría a la hija de Otawara, Kiyoko, quien representa a Cenicienta en esta versión.


La dinámica familiar se complica rápidamente cuando las hijastras de Cenicienta, Makiko y Sawako, comienzan a convivir con Kiyoko. Aunque el inicio parece típico de un cuento de hadas, con las hermanastras siendo hostiles y Cenicienta (Kiyoko) adoptando una postura sumisa, el episodio da un giro cuando empezamos a vislumbrar la verdadera naturaleza de Kiyoko, una psicópata que usa su imagen de inocencia para manipular a todos a su alrededor.


Personajes y simbolismo

Cada personaje en este episodio tiene un papel claramente definido que contribuye a la trama y simboliza ciertos aspectos de la psicología humana y los roles en las familias disfuncionales.


  • Kiyoko (Cenicienta): Kiyoko, la protagonista, comienza como la figura clásica de Cenicienta: inocente, pura, y obediente. No obstante, a lo largo del episodio, descubrimos que estas cualidades no son más que una fachada. Kiyoko es una manipuladora experta, que utiliza su imagen de víctima para manipular a los demás y satisfacer su necesidad de control. Su relación con una muñeca, a la que confía sus pensamientos y emociones, es una señal temprana de su psicopatía. La muñeca, lejos de ser un juguete inofensivo, se convierte en una manifestación del subconsciente de Kiyoko, revelando sus verdaderas intenciones y deseos.


  • Tsuruko (Madrastra): Aunque en los cuentos tradicionales la madrastra es la antagonista, aquí Tsuruko es un personaje más matizado. Si bien acepta casarse con Otawara por conveniencia, muestra signos de preocupación genuina por el bienestar de Kiyoko. Sin embargo, su empatía es eclipsada por la necesidad de proporcionar una vida mejor para sus hijas, lo que la convierte en una víctima más de la manipulación de Kiyoko.


  • Makiko y Sawako (Hermanastras): Las hermanastras de Cenicienta en este episodio son personajes relativamente normales, lo que contrasta con las versiones tradicionales donde son retratadas como malvadas. Aunque tienen sus defectos y actúan de manera egoísta en ocasiones, sus comportamientos se pueden entender como respuestas humanas a las circunstancias difíciles que enfrentan. Son víctimas de la crueldad de Kiyoko, pero sus actitudes y disputas entre ellas las hacen parecer más humanas, lo que añade una capa de complejidad a la historia (confundiendo un poco al televidente).


El papel de la muñeca y el concepto de manipulación

Uno de los elementos más fascinantes del episodio es la muñeca que acompaña a Kiyoko. A simple vista, parece ser una amiga imaginaria, una manifestación de la soledad de la protagonista. Sin embargo, a medida que avanza el episodio, la muñeca toma un rol más siniestro, moviéndose por sí misma y hasta llorando por la muerte de Otawara, lo que genera una atmósfera inquietante.


Este objeto inanimado simboliza la proyección psicológica de Kiyoko. La muñeca no es más que una extensión de su propio subconsciente, con la cual Kiyoko dialoga para racionalizar sus actos de crueldad. La relación de Kiyoko con la muñeca es un claro ejemplo de disociación, un mecanismo de defensa que le permite justificar su comportamiento psicopático.


La evolución del personaje de Kiyoko: De víctima a villana

El arco de Kiyoko a lo largo del episodio es una subversión del típico relato de Cenicienta. En lugar de ser una víctima oprimida que finalmente es rescatada, Kiyoko es la arquitecta de su propia tragedia. Desde el principio, su dulzura y sumisión no son más que una fachada para enmascarar su verdadera naturaleza. Manipula a sus hermanastras y a su madrastra, utiliza su inocencia como arma, y está dispuesta a destruir a cualquiera que se interponga en su camino (cómo su madre, padre y madrastra).


Cuando Otawara, el único que podría haber controlado a Kiyoko, muere repentinamente, ella celebra la pérdida. Esta revelación subraya la maldad de su personaje y pone de manifiesto que Kiyoko nunca fue una víctima, sino la marionetista detrás de cada acto trágico de la historia.


La psicopatía de Kiyoko

El análisis de Kiyoko como un personaje psicopático es uno de los aspectos más interesantes del episodio. Su capacidad para manipular a los demás, su falta de remordimiento y la forma en que convierte a las personas en "juguetes" para su diversión son signos clásicos de la psicopatía. La relación de Kiyoko con su muñeca refuerza esta idea, ya que la muñeca representa su control sobre los demás y su incapacidad para ver a las personas como seres humanos, tratándolos en cambio como objetos de su diversión.


El simbolismo detrás de la araña en el prendedor de Kiyoko refuerza aún más esta idea. Las arañas son criaturas astutas y pacientes, que tejen sus redes para atrapar a sus presas. Kiyoko es precisamente eso: una araña que manipula a quienes la rodean, atrapándolos en su red de mentiras y crueldad. Cada joya y prenda que regala a sus hermanastras es una trampa, un señuelo para mantenerlas bajo su control.


A esto se le añade la metáfora de las aves enjauladas que aparece a lo largo del episodio. Las aves representan a los personajes atrapados por la manipulación de Kiyoko. Cada miembro de la familia, en especial Makiko y Sawako, son como esas aves dentro de una jaula, aparentemente libres pero bajo el control absoluto de Kiyoko. La jaula en este contexto es una representación visual de la cárcel psicológica en la que Kiyoko mantiene a todos a su alrededor. 


La caída de las hermanastras y el triunfo de Kiyoko

Aunque las hermanastras, Makiko y Sawako, muestran resistencia a la manipulación de Kiyoko, finalmente caen en su trampa. A lo largo del episodio, vemos cómo estas hermanastras intentan defenderse, pero cada intento las acerca más a la ruina. Cuando el príncipe azul, Masataka Ichijo, aparece en escena, se vislumbra una esperanza de escape para ellas. Sin embargo, es Kiyoko quien al final se sale con la suya, habiendo destruido a su familia y consolidado su posición como la única figura de poder en su hogar.


La tragedia de las hermanastras es que, aunque se comportan de manera reprochable, sus acciones nunca fueron realmente maliciosas. Eran simplemente humanas, atrapadas en la telaraña de Kiyoko, que siempre estuvo un paso por delante.


Conclusión

El primer episodio de la serie Las Variaciones Grimm subvierte las expectativas del público al presentar una versión mucho más oscura y psicológicamente retorcida de Cenicienta. Kiyoko, la aparente heroína de la historia, se revela como una manipuladora despiadada, capaz de cometer actos atroces en nombre de su propia felicidad. A través del simbolismo de la muñeca, la araña y las aves enjauladas, el episodio explora temas como la psicopatía, la manipulación y la pérdida de la identidad en entornos familiares disfuncionales.


Este análisis demuestra que, en Las Variaciones Grimm, ningún personaje es simplemente lo que parece, y que las dinámicas familiares pueden ser mucho más complejas de lo que los cuentos de hadas tradicionales nos han hecho creer.

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